VISITA LA SALA DEDICADA AL CONDE ARANDA EN EL MUSEO DE NUESTRO MONASTERIO

¿Conoces la figura del ilustre Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, el X Conde Aranda? Sobre esta figura, cuyos restos descansan en el Panteón de Nobles del monasterio por propio deseo, encontrarás una sala específica en el museo durante tu visita al Monasterio de San Juan de la Peña.

En 2019 se cumplieron 300 años del nacimiento de este prohombre natural de Siétamo (Huesca) en el seno de uno de los más ilustres y antiguos linajes de Aragón. El X Conde de Aranda es una de las figuras aragonesas más influyentes en la historia política de España y a lo largo de su vida demostró grandes habilidades como militar, diplomático e industrial. Sus méritos le llevaron a servir a los monarcas españoles Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV.

El Gobierno de Aragón acometió la adecuación museográfica de un espacio dentro del museo del monasterio viejo, en el que se muestran elementos curiosos como la casaca mortuoria con la que se cubrieron los restos del conde, que fueron inhumados, estudiados y reinhumados en los años 80. Junto a ellos se conservaban la chupa, el calzón, botones de hilo metálico, el fajín, la peluca de diario, y los restos de un espadín, de hebillas y de sus zapatos. Todo el conjunto de gala fue restaurado y se expone en una vitrina compuesta por la casaca de paño de lana azul decorada con bordados en plata sobredorada en las solapas y el cuello, la chupa de paño de lana azul, el calzón de paño azul y fajín rojo, con las tres barras de capitán general. La casaca y la chupa conservaban su forro de seda dorado en buen estado, a partir del cual se pudieron reconstruir los patrones originales de estas prendas.

También se puede ver la reproducción facial del conde que correspondería a su edad con unos 50 años. Para su elaboración se partió de la información que proporcionaron los análisis e interpretación de sus restos óseos. La reconstrucción se realizó sobre una copia exacta en escayola del cráneo del difunto añadiendo en pasta modelable los músculos y la piel con un espesor determinado en diferentes puntos, atendiendo a los criterios de la edad elegida, hasta formar un rostro. El rostro se maquilló para dotarlo de mayor realismo y se le colocó una peluca, complemento usado por Aranda y con el que incluso fue enterrado.

También es destacable la reproducción del retrato del Conde Aranda pintado por Ramón Bayeu, conservado en el museo de Huesca, que muestra al conde a la edad de 50 años, y resume a través de distintos elementos su polifacética personalidad: la militar, portando el bastón de mando en la mano derecha y traje de capitán general; la diplomática, al aparecer un globo terráqueo bajo un cortinaje tras la figura del conde, o la de hombre ilustrado, al aparecer sobre el suelo, un libro, una regla y un compás.

A pesar de haber pasado la mayor parte de su vida fuera de Aragón, el conde de Aranda siempre estuvo fuertemente vinculado a su tierra, donde contó con numerosas posesiones fruto de la herencia recibida de su familia. Como político ilustrado, promovió múltiples iniciativas encaminadas a paliar la pobreza estructural consolidada en la sociedad aragonesa del siglo XVIII.

«Es mi voluntad que, de donde yo falleciere, se me traslade a enterrar en el paraje de los demás Abarcas, en San Juan de la Peña». Con estas palabras expresaba el conde de Aranda, en una carta dirigida al abad de San Juan de la Peña en 1786, su deseo de ser enterrado en el monasterio, donde descansan sus restos.

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